Riesgos específicos y actuaciones ante ellos
1. Introducción
Para realizar una gestión del riesgo en un territorio, necesitamos previamente conocer cuál es este y cuáles son las fuentes de peligrosidad susceptibles de hacerse presentes. Para ello es imprescindible identificar y analizar las diversas fuentes de riesgos a las que estamos expuestos, tal como se desprende de las prioridades establecidas en el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres a nivel global, que impulsa la Agencia de las Naciones Unidas para la Reducción de Desastres (UNDRO).
Gracias a esa tarea de previsión, podremos diseñar y adoptar las medidas preventivas necesarias para evitar su ocurrencia y/o minimizar sus efectos dañinos.
El conocimiento del riesgo también nos permite diseñar las capacidades de respuesta de los servicios de atención de emergencias y establecer un marco organizativo que permita una coordinación eficaz de estos para prestar, en caso necesario, una respuesta inmediata a la ciudadanía. Esto nos permite aprender de la experiencia vivida para mejorar la comprensión del riesgo y sus consecuencias.
El riesgo al que nos referimos se define, según la Ley del Sistema Nacional de Protección Civil, como la posibilidad de que una amenaza llegue a afectar a colectivos de personas o a bienes. Es decir, se trata de una variable de probabilidad de daño colectivo –que son las situaciones propias del ámbito de gestión de la protección civil– y no de accidentes puntuales o individuales.
Estos riesgos en protección civil, que debemos identificar y evaluar, los descomponemos en una serie de factores para facilitar su comprensión e investigación. Estos factores son la peligrosidad, vulnerabilidad y la exposición cuyo análisis permite: la implantación de planes de emergencia, establecer sistemas de alarma, la realización de mapas de peligrosidad y de riesgo, el desarrollo de medidas preventivas, la coherente y adecuada ordenación del territorio, entre otras. Estas medidas son necesarias para convivir con estos fenómenos y no solo paliar sino, en muchos casos, evitar las pérdidas asociadas a los mismos.
Los riesgos se generan por la conjunción de tres factores fundamentales, que deben ser cuantificados cada uno por separado:
- Peligrosidad (P): representa el grado de daño potencial que puede llegar a producir un fenómeno y suele ir ligado a su frecuencia (f) y probabilidad de ocurrencia de la característica o elemento (o elementos) que se genera como, por ejemplo, la fuerza mecánica, la capacidad térmica o la toxicidad.
 - Vulnerabilidad (V): representa el daño de pérdidas de todo tipo (económicas, vidas humanas). Va de 0=ausencia de daños hasta 1=pérdida total.
 - Exposición (E): representa el total de personas o bienes expuestos a un determinado riesgo.
 

En el ámbito de la protección civil, el análisis de riesgos es un proceso fundamental que permite identificar, evaluar y caracterizar amenazas naturales o tecnológicas, así como la vulnerabilidad de los elementos expuestos, con el objetivo de reducir dicha vulnerabilidad y mitigar los impactos mediante una adecuada planificación y gestión. Este análisis da lugar a mapas de riesgo que facilitan la toma de decisiones y la implementación de estrategias para disminuir los peligros detectados.
De igual manera, la planificación de protección civil que deben desarrollar las administraciones públicas (local, autonómica y estatal) se presenta como el instrumento clave para prevenir y responder ante situaciones de emergencia, organizando medios, recursos y protocolos de actuación de manera coordinada entre las Administraciones públicas.
Asimismo, la existencia de sistemas de alerta temprana, como la Red de Alerta Nacional (RAN) y el sistema ES-ALERT, permite una comunicación eficiente de avisos y alertas tanto a organismos oficiales como a la ciudadanía.
Estos elementos clave, comunes y transversales, deben considerarse de manera integrada en el análisis de cualquier riesgo relacionado con la protección civil.
Cada uno de los riesgos que tratamos en esta unidad será abordado identificando la importancia que tiene para la sociedad, definiendo cómo se diseñan las medidas preventivas y de autoprotección, enumerando diez consejos a la población y, lo que es más relevante, qué sistemas de alerta existen y qué organismos científicos y técnicos abordan el análisis de cada uno de ellos.
Para facilitar la comprensión de las medidas, hemos definido tres estrategias frente a los riesgos que engloban la totalidad de medidas que pueden adoptarse. Las llamamos estrategias espaciales, de blindaje y mitigadoras porque, para disminuir el potencial daño de una fuente de peligrosidad las actuaciones que podrán realizarse serán una o una combinación de las siguientes: alejarse del lugar peligroso (estrategia espacial), tratar de combatir esta (estrategia mitigadora) con algún elemento que anule o reduzca su potencial dañino –como, por ejemplo, aportar agua para enfriar un incendio– o, si no tenemos otra alternativa, aislarnos de la fuente de peligrosidad (estrategia de blindaje o contención) utilizando algún elemento que nos proteja como, por ejemplo, permaneciendo en el domicilio con puertas y ventanas cerradas, o utilizando una mascarilla para evitar contaminarnos.
