1. Introducción

El concepto y la práctica de la evaluación contribuyen de manera fundamental a la construcción de los procesos de enseñanza y aprendizaje establecidos en el sistema educativo, que, en general, centran su atención en los desempeños del alumnado. En definitiva, la sociedad, las familias, el alumnado y también el profesorado persiguen una evaluación positiva como finalidad casi principal de toda la actuación educativa. Por eso resulta fundamental seleccionar un modelo evaluador que coincida con las metas educativas que se persiguen. De lo contrario, pueden pervertirse esas metas y centrar el supuesto aprendizaje en la superación de las pruebas que se apliquen -cuyo modelo se conoce de antemano-, al margen de que con ello se alcancen o no las competencias que el alumnado necesitará para su incorporación a la sociedad con oportunidades adecuadas para una vida digna.

La nueva normativa pone el énfasis en que la población escolarizada alcance las competencias clave consideradas como imprescindibles para poder desenvolverse adecuadamente en la sociedad actual. Es decir, que los conocimientos, procedimientos y actitudes que “aprenda” aparezcan integrados en actuaciones coherentes, en desempeños funcionales de su saber. Sin embargo, en muchas ocasiones, esos saberes básicos se quedan en pura memorización y no desembocan en un hacer que demuestre su utilidad para la vida, lo cual provoca el desinterés y la falta de curiosidad del alumnado en su propio desarrollo personal y escolar.

En este curso se abordará el concepto de evaluación coherente con la finalidad educativa prioritaria, al igual que la diferente tipología que puede aplicarse para conseguirlo. Resulta fundamental manejar con soltura distintas técnicas para recoger información y para analizar la misma, al igual que los diferentes registros con que se cuenta para reflejar las valoraciones realizadas de modo progresivo, lo cual permitirá implementar un modelo de evaluación continuo y formativo que favorezca la mejora procesual del aprendizaje previsto. Se trata, al fin, de intentar que todo el alumnado, con sus diversos talentos y posibilidades, alcance los objetivos y competencias previstos.

Es importante que el profesorado domine la teoría y práctica de una evaluación al servicio del aprendizaje, sin seleccionar a un alumnado de modo prematuro, entendiendo que la evaluación es parte del diseño curricular, no algo separado del mismo, ubicado en el momento final y sin formar parte de su aplicación. Es un elemento curricular esencial, que debe integrarse en los procesos de enseñanza y de aprendizaje desde su comienzo. Así será posible aprovechar todas las virtualidades que la evaluación ofrece, sin desperdiciar sus aportaciones fundamentales al trabajo docente y al éxito escolar.