1. Introducción

Una situación de acoso escolar supone una agresión que, además de vulnerar gravemente los derechos de la víctima, le produce daños psicológicos que perduran a lo largo de los años. Una situación con connotaciones sociales que hacen muy difícil su reversión cuando se ha instaurado en el grupo. De ahí la importancia de su precoz identificación y la actuación eficaz por parte de toda la comunidad educativa. Una comunidad educativa que debe posicionarse unánimemente en contra de cualquier tipo de violencia.

Sabemos que el acoso escolar es una situación que se produce en el entorno rural y en el urbano, en centros de tamaño grande y en los pequeños, en los de titularidad pública y en los privados, en todas las culturas y que puede afectar a todo tipo de alumnado. Ante afirmaciones negacionistas, debemos adoptar una estrategia de prevención, de creación y mantenimiento de estructuras de ayuda entre iguales, de buena coordinación entre todos los agentes educativos y permanecer alerta ante los primeros indicios de la instauración de relaciones basadas en el esquema dominio-sumisión entre nuestro alumnado.

Tengamos en cuenta que detrás de los porcentajes y las cifras, existen alumnas y alumnos que, junto a sus familias, experimentan miedo, angustia, dolor y rabia. Que sufren. Alumnas y alumnos que, en no pocas ocasiones, ven su sufrimiento agravado ante la incomprensión, cuando no el desprecio a su situación, por parte del centro educativo. Un centro que, ante la incomodidad y la sensación de fracaso, prefiere ignorar la situación y que, en ocasiones, ve cómo ha de abandonar el centro un alumno o alumna que, sencillamente, ya no puede más.

En educación, desgraciadamente, a veces tenemos la sensación de funcionar por “modas”. No caigamos en el error de considerar que el acoso escolar es una moda más. Es una grave violación de los más elementales derechos de nuestro alumnado, que socaba su salud, que merma su capacidad de aprendizaje, que dificulta, cuando no impide, la sana construcción de su identidad en momentos en los que está forjando su personalidad y lo hace, principalmente mirándose al “espejo” de las interacciones con sus iguales.