Reacciones de los diferentes grupos de edad en emergencias y catástrofes. Orientaciones de apoyo psicológico
2. Reacciones de los diferentes grupos de edad a nivel cognitivo, fisiológico, emocional y conductual
2.3. Comportamiento en la adolescencia
En la etapa adolescente –de doce a dieciséis años– conforme mayor es su madurez, más parecidas serán sus reacciones a las esperadas en un adulto, aunque pueden conservar reacciones infantiles, como las descritas anteriormente.
En la transición de la infancia a la edad adulta, las personas experimentan un conflicto entre el deseo de autonomía y la necesidad de apoyo familiar. Ello puede llevar, en algunos casos, a que el individuo adolescente trate de ocultar sus miedos, pues expresarlos es una forma de reconocer su inmadurez. Si, además, se siente abrumado por intensas emociones, esta actitud provocará que tenga dificultades para hablar de ello con su entorno.
Las manifestaciones más frecuentes ante una emergencia son:
- Sentimiento de culpa por haber sobrevivido, desinterés por la vida, sensación de indefensión o de vulnerabilidad intensa.
- A veces puede aparecer un cambio del comportamiento habitual en la relación con otras personas, presentar conductas autodestructivas, iniciar o aumentar el consumo de drogas o alcohol, cometer delitos…
- Alentar deseos o planes de venganza contra quien piensan que ha sido el responsable de lo sucedido.
- Comportamientos que manifiestan el deseo de entrar en la vida adulta: dejar los estudios, buscar trabajo, contraer matrimonio, tener un hijo…
- Conductas prosociales de ayuda, interés y participación como, por ejemplo, el voluntariado durante el volcán de la Palma o la DANA de Valencia, pues aporta sensación de control.
En cuanto al fenómeno de la muerte, cuando la pérdida ha sido de alguien querido, las personas adolescentes son extremadamente vulnerables. Lo mismo sucede cuando ello afecta a sus posesiones materiales o a su estatus en el seno familiar pues, en ocasiones, han de adoptar el rol de cabeza de familia y aportando apoyo económico y emocional al núcleo familiar en crisis transitando, de manera automática, de la adolescencia a la etapa adulta. La mayoría de estas reacciones son temporales y desaparecen en un periodo corto de tiempo. Cuando persisten, la familia y profesores deben responder rápidamente.

Imagen: Mujer tapándose la cara. Licencia: Pexels
En estas circunstancias, los pensamientos suicidas o de autolesiones pueden aparecer como consecuencia de la pérdida de un ser querido próximo que generan en la persona sentimientos de desesperanza o impotencia ante la situación generada por el desastre, cuestión que puede expresar de manera verbal o a través de comportamientos como aislamiento, falta de interés, apatía, comportamiento antisocial o alteraciones psicosomáticas. En estos casos, es imprescindible contar con la ayuda de un profesional de la salud mental.
Las personas adolescentes, al igual que las adultas, atraviesan el duelo, por lo que la información y el apoyo que pueda ofrecer todo su entorno próximo –familiar, educativo y social– puede facilitar su afrontamiento.
En estas edades es muy positivo que familiares directos y profesorado fomenten que las personas adolescentes participen en tareas de recuperación de su entorno y traten de reanudar, lo antes posible, todas las actividades rutinarias como las educativas, deportivas y sociales. También es positivo favorecer la puesta en común de cuestiones relativas a la situación vivida y facilitar la discusión de miedos y temores en el entorno familiar y educativo.