Reacciones de los diferentes grupos de edad en emergencias y catástrofes. Orientaciones de apoyo psicológico
2. Reacciones de los diferentes grupos de edad a nivel cognitivo, fisiológico, emocional y conductual
2.2. Comportamiento de los niños y niñas
Una cuestión totalmente imprescindible es preguntarse si la infancia modifica estas reacciones frente a sucesos potencialmente traumáticos. Los niños y niñas se encuentran en una fase de desarrollo de su personalidad y, por tanto, el impacto psicológico de un desastre dependerá fundamentalmente de los siguientes factores:
- Nivel de desarrollo / edad del menor.
- Los menores de dos años, aunque parezca que su edad les priva de conocimiento, conservan recuerdos de escenas traumáticas, asociado a sonidos, olores o percepciones. Por ello, en el caso de bebés, estos pueden reaccionar mostrándose especialmente irritados o necesitando constantemente el abrazo materno.
- En el grupo de edad infantil, comprendido entre los tres y seis años, la vulnerabilidad es particularmente relevante, pues se sienten indefensos ante unos acontecimientos que rompen el orden y la estabilidad de su entorno seguro. Además, el impacto de las reacciones de las personas adultas ante el desastre les condiciona especialmente, debido a que tienen un pensamiento mágico que les hace creer que, con el solo hecho de desear algo, ocurrirá.
- Finalmente, en el grupo de edad de seis a once años, etapa en la que la infancia comienza y desarrolla su educación primaria, los menores difícilmente asumen los incidentes críticos. La mayoría ya cuenta con una madurez que les permite comprender las consecuencias derivadas de un desastre y ser conscientes del concepto de pérdida permanente. Sin embargo, aún carecen de estrategias de afrontamiento adecuadas, predominando las reacciones de miedo y ansiedad.
- Mortandad o efectos graves sobre familiares y amigos.
- Percepción de las reacciones de los adultos frente al suceso.
- Grado de exposición directa.

Como observamos, un factor crítico es la percepción del niño o la niña sobre la reacción de la persona adulta, la cual es su referente. La infancia siempre buscará a la persona adulta de referencia para que le preste auxilio. De esta forma, los temores y ansiedades de la persona adulta se trasladan a los menores. El miedo es prueba, para este, de que el peligro es real pues durante esta edad la figura adulta corregula al menor, es decir, este puede tranquilizarse a través de la calma del adulto, o alterarse o sufrir, si eso es lo que percibe de la figura adulta.
En líneas generales, podemos afirmar que son más vulnerables que los adultos, por su mayor dificultad para asimilar lo sucedido.
En las horas y días posteriores al desastre, también les afectaran las modificaciones de sus hábitos y su vida cotidiana.
Podemos diferenciar dos tipos de reacciones:
- Reacciones normales ante una situación anormal.
- Reacciones preocupantes que requerirán la consulta con un profesional sanitario (pediatría, psicología, psiquiatría).
Como reacciones normales podemos observar:
- Problemas del sueño: negarse a dormir solos, despertares, pesadillas…
- Tristeza: nostalgia o lloros.
- Pérdida de apetito.
- Pérdida de interés por juegos o actividades que antes les gustaban.
- “Juega” a cambiar lo ocurrido: “arreglar a los muertos”, rescatar a sus amigos…
- Rememoración: vuelve sobre el hecho continuadamente y con detalles, en su conversación o juegos.
- Se siente “mal”, sin saber concretarlo.
- No quiere hablar de lo ocurrido.
- Trastornos corporales: dolor de cabeza, dolor abdominal, mareos…
- Comportamientos típicos de edades previas (regresión): enuresis, chuparse el dedo...
- Miedo de aquello que le recuerda el suceso.
- Miedo a la separación. No quiere separase de sus padres o familiares que le protegen.
- Dificultades para concentrarse.
- Pasividad o aislamiento. Puede incluso, dejar de hablar.
- Rebeldía.
- Irritabilidad o nerviosismo.
- Culpabilidad.
- Preocupación exagerada. Por su seguridad y por la de las personas queridas.
- Inquietud o vergüenza, de sus propias reacciones.
Como reacciones preocupantes (requerirán la consulta con un profesional sanitario: pediatría, psicología, psiquiatría) podemos observar:
- Todas las anteriores si son demasiado intensas o duraderas (más de un mes).
- Imitación de la conducta del ser fallecido (hermano).
- Espera del regreso de las personas fallecidas.
- Expresión reiterada del deseo de morir o irse con la persona fallecida.
En estos procesos, es fundamental el apoyo de las personas responsables de su crianza, destinando más tiempo, comprensión y flexibilidad respecto a estas reacciones, con el objetivo de que los familiares adultos aporten la seguridad necesaria al menor. Es importante ir introduciendo nuevamente las rutinas y hábitos perdidos, además de proporcionarle una información adecuada a su edad para la comprensión de los acontecimientos excepcionales vividos.
En esta franja de edad es muy relevante que los adultos de su entorno –familia y profesorado– incrementen la atención a los menores y que rebajen el nivel de exigencia con respecto a las tareas de aprendizaje o domésticas. Es positivo, a su vez, favorecer la expresión de sentimientos y tranquilizarlos sobre los problemas de concentración, informándoles de que es una cuestión transitoria.