3. Identificación de posibles situaciones de riesgo y medidas de autoprotección en el entorno próximo: centro escolar, vivienda, actividades al aire libre o en la vía pública

La Ley del Sistema Nacional de Protección Civil define las emergencias, dentro de su ámbito competencial, como aquellas situaciones de riesgo colectivo sobrevenidas por un evento que pone en peligro inminente a personas o bienes y  que exige una gestión rápida por parte de los poderes públicos, para atenderlas, mitigar los daños y tratar de evitar que se conviertan en una catástrofe.

Ello se contrapone a las emergencias ordinarias, que no tienen afección colectiva y que son propias del riesgo de nuestro entorno próximo. Sin embargo, una acción proactiva de detección de situaciones peligrosas en todo lo que nos rodea, así como el desarrollo de habilidades preventivas y de respuestas efectivas ante este tipo de situaciones son, sin duda, destrezas personales que permiten un comportamiento del principio de precaución cuando acontecen eventos con efectos colectivos.

Por ejemplo, el adecuado manejo de un extintor, en los primeros momentos de un incendio en una vivienda, evita la propagación del fuego.


Imagen: Alarma detector humo. Licencia: Pixabay

Como este ejemplo habría otros muchos: la adecuada revisión de la instalación del gas, evitar la conexión de múltiples aparatos eléctricos a una regleta en malas condiciones, revisar nuestro cuadro de luz, el correcto funcionamiento de los magnetotérmicos frente a sobretensiones, etc.

Como se indica en el Real Decreto 393/2007, de 23 de marzo, por el que se aprueba la Norma Básica de Autoprotección de los centros, establecimientos y dependencias dedicados a actividades que puedan dar origen a situaciones de emergencia, la Norma Básica de Autoprotección, establece que el titular de un establecimiento en el que se produce una actividad de riesgo debe elaborar, implantar y mantener operativo el Plan de Autoprotección. Este no solo debe tener en cuenta los riesgos propios de la instalación sino, quizás más importante, los del entorno que la rodea. Y ese concepto también debemos llevarlo a nuestra vida cotidiana: ¿conocemos los riesgos de protección civil que nos rodean? ¿Nuestra vivienda se encuentra en un lugar seguro?

Si somos capaces de sensibilizar a las personas sobre las situaciones de riesgo de los lugares donde conviven e, incluso, de que adquieran destrezas sabiendo hacer determinadas maniobras con los medios de autoprotección de su entorno, su actitud podrá ser más proactiva frente al potencial riesgo colectivo presente en el territorio donde habitan.

Así, no solo desarrollarán sus saberes respecto al riesgo de su propia vivienda sino, como bien determina la Norma Básica, se percatarán de los riesgos colectivos –propios del sistema de protección civil– que afectan a su entorno y evitarán generar estos riesgos o exponerse a ellos. Es decir, se conducirán con la debida cautela tal y como exige la Ley del Sistema Nacional de Protección Civil.

Con ello, lograremos que la población sea consciente del entorno en el que habita. Por ejemplo, evitará bajar al garaje subterráneo a sacar el coche durante un episodio de inundación, salir despavorida de un edificio en pleno movimiento sísmico, exponiéndose a la caída de elementos de fachada, realizar actividades al aire libre cuando se anuncian fenómenos meteorológicos adversos o cocinar con fuego en el monte en época de máximo riesgo de incendio. Como esas, existen otras muchas conductas que, por desconocimiento o pura imprudencia, comprometen la capacidad de respuesta de los medios de protección civil.

En los centros educativos, desde las primeras etapas de la escolarización, encontramos el ámbito idóneo para lograr que el alumnado adquiera esas habilidades preventivas y respuestas efectivas ante emergencias propias de ese ámbito, así como frente a los riesgos de su entorno.

Manual de autoprotección en centros escolares.


Imagen: Autoprotección en centros escolares. Guía didáctica para profesores. Autor: Dirección general de Protección Civil y Emergencias

En consonancia con el manual de autoprotección en centros escolares de la Dirección General de Protección Civil, es imprescindible que el alumnado desarrolle las siguientes habilidades:

  • La previsión o anticipación frente al riesgo, es decir, identificar y detectar el peligro.
  • Una actitud de prevención, eludiendo y adoptando medidas para evitar que el peligro pueda afectarle personalmente o a otras personas.
  • La autoprotección, preparándose para reducir o evitar las consecuencias negativas de un peligro, porque este sea imposible eludir.

El principal riesgo que existe en toda edificación es, fundamentalmente, el de incendio. Este se manifiesta con una peligrosidad térmica, capaz de irradiar una energía calorífica destructora y, sobre todo, una peligrosidad tóxica, derivada de la expansión y avance de los gases de la combustión, los cuales son incompatibles con la vida.

Las principales causas que pueden dar origen a este tipo de siniestro son las siguientes:

  • Como consecuencia de un malfuncionamiento o uso inadecuado de la energía eléctrica.
  • Por la generación de llamas descubiertas a consecuencia de la actividad docente realizada, por ejemplo, en los laboratorios o en experimentos dentro del aula.
  • Por fricciones, soldaduras o de otro tipo de actividades de reparación y mantenimiento que se efectúen en el centro educativo.
  • Por malquerencia o negligencia de las propias personas.

En este caso, a través de la previsión, el alumnado debe ser capaz de identificar la primera señal con la que se manifiesta el fuego: la generación de humo. Siendo consciente de la relación humo-incendio, será capaz de identificar un potencial foco de peligro y avisar de su presencia.

Como principales medidas de prevención (o precaución), podríamos señalar todas aquellas que eviten la acumulación de materiales potencialmente inflamables o que mantengan siempre bajo control posibles focos de calor.

Y como medida de autoprotección, ante la aparición de un incendio, utilizaríamos dos tipos de estrategias para combatirlo:

  • Una estrategia de mitigación, en las primeras fases del incendio –cuando apenas es una llama– combatiendo el elemento peligroso con un medio de extinción como, por ejemplo, un extintor.
  • Una estrategia espacial, aprendiendo a evacuar las instalaciones del centro educativo.

En el supuesto de que no pudiéramos ejecutar ninguna de las estrategias anteriores, únicamente nos quedaría la tercera: la estrategia de blindaje, que consiste en interponer elementos que eviten que los agentes peligrosos –calor y gases– nos alcancen, confinándonos en un espacio lo más seguro posible. Por ejemplo, colocar toallas húmedas tapando las ranuras de las puertas.

“Cierra la puerta al fuego” sería una de las acciones más efectivas en caso de incendio como estrategia de blindaje. Una puerta cerrada tiene un doble efecto, por un lado, nos protege del calor y del humo y, por otro lado, es una acción de ataque al fuego ya que estamos limitando la cantidad de oxígeno que alimenta el fuego.

Vídeo: Cerrar la puerta nos puede salvar de un incendio en casa. Canal: CanalTeleBilbaoLicencia: YouTube

Vídeo. Bomberos: cierra la puerta al fuegoCanal: D'Ocon FilmsoLicencia: YouTube

La evacuación del centro educativo

Vídeo: Plan de actuación ante emergencias. Autor: Dirección general de Protección Civil y EmergenciasLicencia

Junto a este riesgo, podemos encontrar otros muy relacionados con los espacios comunes de un centro educativo como, por ejemplo, los riesgos propios de las entradas y salidas de este, el estado de las escaleras, pasillos, aulas, las pistas de deporte o el laboratorio.

Además, según la normativa de la edificación, existen recintos de especial riesgo de incendio como son la sala de calderas, la secretaría, la zona de reprografía, la cantina o la biblioteca.

Y a ello hemos de unir las actividades extraescolares, las actividades de movilidad colectiva o la asistencia a lugares de pública concurrencia.

Distintos riesgos pueden afectar de manera simultánea, lo que conlleva analizar las medidas de una forma más exhaustiva adaptadas a esa situación.

Según el preámbulo del Real Decreto 393/2007, de 23 de marzo,  "la Norma Básica de Autoprotección establece la obligación de elaborar, implantar materialmente y mantener operativos los Planes de Autoprotección."  

El Plan de Autoprotección consiste en un documento que contempla las medidas necesarias para la prevención de los riesgos en las instalaciones del propio centro educativo y el entorno próximo a la actividad desarrollada; así como la protección y socorro de los usuarios en caso de accidente. Constituye una herramienta fundamental que permite responder de forma eficaz y coordinada en los primeros momentos de una emergencia, resultando de vital importancia su conocimiento y correcta implantación.

El Plan de Autoprotección debe ser elaborado por personal con formación adecuada en autoprotección. Debe ser aprobado por el Consejo escolar a propuesta de la dirección del centro. Además, se designa una persona que será responsable de la implementación y coordinación. Para llevar a cabo esta implantación, se ha de formar específicamente al personal que forma parte del equipo de intervención y, de forma general, a todo el personal y personas usuarias. Asimismo, se deben llevar a cabo actividades como los simulacros y el establecimiento de canales de comunicación con servicios de emergencias locales, para asegurar una respuesta integrada y fluida. También son necesarias la difusión, registro, revisión y actualización del Plan.

Algunas de las actividades previstas en el Plan son:

  • Identificar los riesgos, tanto internos del propio centro, como de su entorno más próximo.
  • Posicionamiento e identificación de señales y elementos de protección: señales indicando la salida de emergencia, detectores de humo, extintores, pulsadores de alarma...
  • Evacuación del edificio en el que nos encontramos ya que en su interior nos encontramos en peligro.
  • Confinamiento o aislamiento temporal de una población, una persona o un grupo por razones de salud o de seguridad.
  • Respuesta ante el siniestro mediante medidas de combate, con los medios de autoprotección, para mitigar la peligrosidad.
  • Coordinación con las capacidades de respuesta ante emergencias del plan de protección civil correspondiente.

El Plan debe prever la realización de SIMULACROS de forma periódica, la mayoría de las veces, de evacuación. Los simulacros se deben planificar con antelación. Se debe diseñar el plan o recorrido para la evacuación de los diferentes espacios del centro, así como dar toda la información a los “actores” que van a participar en este simulacro (profesorado, alumnado, personal de administración y servicios, etc.).

Además, el equipo directivo del centro deberá designar a un equipo de evacuación que será el responsable tanto de la organización del simulacro como de la actuación en caso de emergencia real. Los pasos más importantes a seguir en una evacuación son:

  1. Identificar la señal de alarma.
  2. Seguir las indicaciones de la persona responsable, normalmente el docente encargado del grupo.
  3. Cerrar ventanas y puertas a nuestro paso.
  4. Realizar la evacuación en fila, sin prisas y en silencio.
  5. No debemos coger objetos personales.
  6. No utilizaremos los ascensores.
  7. No se debe volver atrás, salvo que lo indique la persona responsable.
  8. El grupo se dirigirá al exterior, al punto de encuentro establecido en el Plan.
  9. La evacuación empezará por los espacios más cercanos al foco de la emergencia.

Es muy importante, cuando terminemos el simulacro, realizar una reunión de evaluación con todos los participantes, evaluando los puntos fuertes y débiles detectados en el simulacro.

El simulacro de evacuación se debe realizar como mínimo una vez en el curso escolar, durante el primer trimestre. Para poder facilitar la interiorizar de las actuaciones a seguir, se recomienda la realización del simulacro una vez al trimestre.

La importancia de los simulacros reside en que nos permiten interiorizar las medidas, conociéndolas y practicándolas desde un momento de calma y un ambiente controlado, mejorando así la eficacia de actuación. Esto reduce la vulnerabilidad porque incrementa nuestra capacidad de respuesta ante una emergencia real. También permite corregir y mejorar los puntos débiles.