Prevención y autoprotección. Sistemas de alerta y sistemas de emergencias. Información vs. desinformación
2. Conceptualización de la prevención enfocada a la vida cotidiana
Es fundamental que la población aprenda que vive en un territorio que, aunque acogedor, en ocasiones puede ser objeto de fenómenos naturales, tecnológicos o antrópicos capaces de causar un daño puntual o generalizado.
Estamos, por tanto, condicionados por la aparición de sucesos que pueden alterar nuestra seguridad, así como de procesos o situaciones de riesgo que, si no se gestionan adecuadamente, son potencialmente dañinos para las personas, los bienes y el medioambiente.
Por ello, la cautela debe ser parte de nuestras actividades diarias. Y no solo eso, sino que la Ley del Sistema Nacional de Protección Civil nos obliga al ejercicio consistente en tomar las medidas necesarias para evitar la generación de riesgos, así como exponerse a ellos. Y, una vez sobrevenida una emergencia, actuar conforme nos lo indiquen los servicios de emergencias.
La prevención de riesgos no solo es positiva para situaciones de amenaza de emergencia, sino en otras muchas situaciones de la vida cotidiana que pueden generar conductas de peligro: adicciones, tráfico, violencia, etc.
Lo primero de todo es que la ciudadanía debe estar informada, por parte de los poderes públicos, acerca de los riesgos colectivos y de las conductas que debe seguir para prevenirlos.
Para lograr que la población responda y mantenga la cautela, es necesario que esté informada de los distintos riesgos, de sus consecuencias y de cómo evitarlos o reducirlos.
Esta información debe ser proporcionada antes de que las situaciones de peligro lleguen a estar presentes, constituyendo una de las medidas de prevención no estructurales o intangibles anteriormente mencionadas.
Un objetivo fundamental para contribuir a la prevención del riesgo es establecer un sistema formativo, basado en programas de información y formación dirigidos a la población, cuyo objetivo es prepararla para que tenga un conocimiento anticipado de una posible amenaza y desarrolle habilidades de autoprotección para hacer frente al peligro.
Podemos definir la cultura preventiva como el conjunto de conocimientos, habilidades y actitudes que la población debe tener para prevenir y hacer frente a una posible amenaza.
Vídeo: Información de cómo comportarse ante una emergencia. Fuente: Dirección General de Protección Civil y Emergencia. Licencia
Por parte de las administraciones se deben realizar programas de cultura preventiva para informar a la población sobre los diferentes riesgos y las habilidades para prevenirlos o evitarlos.
La población debe incorporar, en su día a día, las habilidades y actitudes necesarias para prevenir los diferentes riesgos y actuar ante ellos.
La adquisición de las habilidades y actitudes debe comenzar desde las primeras etapas de la vida, siendo la escuela el lugar idóneo para iniciar este plan de cultura preventiva. Sensibilizar a la comunidad escolar sobre los riesgos presentes en el entorno es primordial para que se entrenen en medidas de autoprotección y hábitos preventivos. Ejemplos de ello son la evacuación del centro educativo o la utilización adecuada de un extintor.
Vídeo: Evacuación de un centro escolar. Fuente: Dirección General de Protección Civil y Emergencia. Licencia
Conforme la población adquiera más conocimientos sobre los diferentes riesgos, sobre cómo prevenirlos y cómo actuar ante ellos, es decir, cuanto mayor sea la cultura preventiva generada, más capacidad tendrá de evitar o reducir los daños de los desastres y más rápida será la recuperación, desarrollando una población mucho más resiliente, que asimile valores relacionados con la solidaridad y la responsabilidad.
Además, esta cultura preventiva hará que la población sea más consciente de las medidas adoptadas por los servicios de emergencia, desarrollando mayor comprensión, empatía, responsabilidad y solidaridad en la población. Algunos ejemplos son las restricciones de acceso a determinadas zonas, las evacuaciones o los confinamientos.

