Prevención y autoprotección. Sistemas de alerta y sistemas de emergencias. Información vs. desinformación
4. Relación de los conceptos de prevención y autoprotección con habilidades y valores como solidaridad, bien común, empatía, responsabilidad e implicación
Aunque hablar de riesgo puede generar resistencia, alarma e inquietud en la población, la cultura preventiva está relacionada con la madurez social y el desarrollo de valores como la precaución, la solidaridad, pensar en el bien común o en lo colectivo como mecanismos para resolver problemas que afectan a todos por igual.
La prevención es un valor universal, ya que sus beneficios afectan a toda la población. Evitar emergencias es deseable, no solo para unos pocos, sino para todos. Por ello, a pesar de las resistencias o actitud negativa que puede generar aceptar que el riesgo cero no existe, el conocimiento de los riesgos y el entrenamiento de hábitos preventivos siempre son beneficiosos para la sociedad. Trabajando la cultura preventiva se apoya el conocimiento de la realidad y las posibilidades de poder manejarla lo mejor posible.
La autoprotección es un producto de la prevención, necesaria para desarrollar hábitos y actitudes que produzcan fortaleza psicológica para afrontar situaciones adversas y, con ello, desarrollar resiliencia, tanto individual como social.
La resiliencia es una capacidad que se potencia en muchas situaciones y genera compromiso, implicación, empatía y buenas relaciones sociales basadas en el respeto. Todo ello posibilita una mejor respuesta ante situaciones críticas, de ahí la importancia de enfocar la cultura preventiva como un elemento fundamental que mejora la calidad de vida de las personas.
Los valores de la cultura preventiva como la precaución, el pensar en el bien común, la solidaridad o la empatía se extrapolan a otras áreas de la vida que no son emergencias de protección civil, pero que igualmente presentan desafíos en el desarrollo infantojuvenil y en muchas situaciones de la vida de los adultos.
Es importante trabajar la prevención en la vida cotidiana y, en este sentido, existen distintos factores (baja autoestima, baja asertividad, elevada búsqueda de sensaciones, escasa tolerancia a la frustración, elevada necesidad de aprobación social, dificultades para el manejo de estrés, baja competencia social, etc.) que actúan como mediadores en la mayoría de las conductas de riesgo (consumo de drogas, violencia, acoso escolar, intolerancia, conducción temeraria, etc.). Por eso, trabajando determinadas habilidades se consiguen resultados eficaces en diferentes ámbitos de la vida.
En la prevención escolar, es importante trabajar, por su contribución a la prevención en la vida en general, las siguientes habilidades: habilidades emocionales, como la empatía, la identificación y regulación emocional; habilidades cognitivas, como el pensamiento crítico, la toma de decisiones y el autoconocimiento de los propios recursos; habilidades sociales, como habilidades de comunicación, de asertividad y de gestión de conflictos.
La cultura preventiva constituye una herramienta clave de transformación que nos permite reflexionar y darnos cuenta de cómo se debe actuar ante las diferentes situaciones de emergencia. Una de las metas de la cultura preventiva es que la población aumente su percepción del riesgo, ya que este es el primer eslabón en la cadena de la prevención. Desarrollar la cultura preventiva supone un proceso de desarrollo social, tanto más eficaz cuanto mayor sea el grado de sensibilización, implicación y compromiso de la población. Se trata de que la población cambie sus conductas por otras más seguras.
La base de la prevención la constituyen la responsabilidad y la autonomía. Solo haciendo a la población más responsable y más consciente de su marco de acción, de su autonomía, podrá ser capaz de prevenir –de anticipar con su conducta– las situaciones de riesgo. Estos valores son claves e inciden indirectamente en otros dos valores de importancia en las situaciones de emergencia: la convivencia y la prudencia.
Al mismo tiempo, ante una situación de emergencia es necesario que la población actúe de manera conjunta por el bien común y la reducción de las consecuencias. Para ello es imprescindible que los individuos se sientan parte de una comunidad, integrados en el sistema organizativo, es decir, deben sentir la implicación por el avance, progreso y bienestar de la población a la que pertenecen. Este sentimiento de pertenecía al grupo va ligado a valores de solidaridad y empatía que se ponen de manifiesto en las situaciones de emergencia.
Un reflejo de esta implicación a nivel social y emocional lo constituye la importancia de la figura del voluntariado de protección civil (ver el documento "El Sistema Nacional de Protección Civil"). En el artículo 7 de la Ley Nacional de Protección Civil se establece el derecho a la participación, de tal forma que la ciudadanía puede participar en las tareas de protección civil a través de las entidades de voluntariado. Es de suma importancia dar a conocer las entidades de voluntariado de las diferentes comunidades.
Voluntariado de Protección Civil
Página web del Voluntariado de Protección Civil
Estos valores de implicación, solidaridad, empatía y responsabilidad generan una población más unida y resiliente. Como sucedió cuando miles de voluntarios mostraron su solidaridad ante los afectados por la DANA.
Vídeo: Dana: miles de voluntarios se desplazan a la zona en una oleada de solidaridad con Valencia. Canal: RTVE Noticias Licencia: YouTube
