2. Agentes implicados

2.1. Quienes sufren las agresiones: las víctimas

Me levanto sin ganas de vivir. A veces pienso en desaparecer Escribí una carta y grabé un vídeo de despedida para mis padres. Me he cortado. No quiero vivir. Me he bebido liquido del baño. El centro no es lugar seguro para mí. Sentía ansiedad de venir al IES. Me voy a subir a la terraza, me voy a tirar. Ojalá no existiera. Si me tiro por el balcón ¿Me podría matar?

Estas son algunas, solo algunas, de las frases que he escuchado en los años en que llevo dedicado a la atención de víctimas de acoso escolar. Durante los meses en los que, durante el curso 2019-20 se suspendió la presencia en los centros educativos a causa de la pandemia del Covid-19, las llamadas de seguimiento que hacemos desde el equipo de orientación en convivencia tienen casi una única respuesta al interesarnos por el bienestar del alumno o alumna: “Ahora está bien”. ¡Qué triste que un alumno y su familia se sientan así tras más de dos meses y medio de ausencia del entorno escolar!

Algunos autores comienzan la descripción de los agentes implicados en las situaciones de acoso por la tipología de las personas que ejercen la violencia hacia los otros. He querido poner en primer lugar el sufrimiento, no solo de quien la experimenta directamente, sino también el de su familia, que vive la situación con angustia, rabia, impotencia y dolor.

Algunos autores prefieren usar el término blanco o diana en lugar de víctima para tratar de descargar la connotación de culpabilidad que frecuentemente invade a quien es objeto de la violencia o agresión. Al igual que sucede con las víctimas de violencia de género, es habitual que quienes sufren situación de acoso se interpelen a sí mismos auto-culpabilizándose de una situación que a sus compañeros de clase no les pasa.

Muchos alumnos y alumnas, de muy distintos perfiles pueden, desgraciadamente, llegar a ser victimizados, no sólo aquellos socialmente débiles, o más apocados o pasivos en sus reacciones ante los ataques.

El doctor Avilés ha venido estudiando este tema desde hace ya años e indica cuáles suelen ser las características más comunes de quienes son objeto de la conducta de acoso.

  • Suelen ser personas tímidas, inseguras, tranquilas, sensibles, débiles, huidizas, precavidas. No son agresivas, ni asertivas, ni violentas y muestran alto nivel de inseguridad y ansiedad. Tienen escasa competencia social, pero no necesariamente académica. Son poco eficaces social y emocionalmente, teniendo un bajo concepto de sí mismas y bajos niveles de autoestima.

  • Se perciben a sí mismos como incapaces de repeler los ataques y tampoco cuentan con apoyos en el grupo. Un porcentaje importante no reacciona, sufre en silencio y no lo cuenta a nadie. Con frecuencia intentan disimular las consecuencias de los actos violentos de que son objeto.

  • En occidente, las víctimas mayoritariamente son de sexo masculino y suelen ser menos fuertes físicamente.

  • Suelen tener rasgos que las diferencian de los demás (llevar gafas, obesidad, complexión física, color de piel o de pelo, orientación, expresión o identidad sexual o de género, dificultades en el habla, etc.). Para algunos autores éstas no son causa directa de la agresión ni del estatus de víctima, pero el agresor, una vez elegida su víctima, explota estos rasgos diferenciadores.

  • Es visible su aislamiento social en el grupo al formar equipos, jugar en el recreo, ocupar una plaza en el autobús escolar o una habitación en una salida a una actividad extraescolar. Algunos autores prefieren usar el término blanco o diana en lugar de víctima para tratar de descargar de la connotación de culpabilidad.

  • Su red social es muy limitada. Son menos habilidosos en expresar lo que desean y necesitan. Tienen bajo nivel de popularidad. Manifiestan retraimiento social y reticencias o incluso miedo a establecer nuevas relaciones. Son propensos a manifestar problemas emocionales.

  • Ante las agresiones suelen permanecer pasivos o paralizados. Junto a su falta de dominio social y su fuerte ansiedad, esto les hace ser presa fácil para los intimidadores.

  • Con el profesorado suelen tener una buena actitud, no suelen ser personas exitosas académicamente.

  • Suelen tener buena relación con la familia. Pasan más tiempo en casa que otros chicos y chicas de su edad.

En general, se admite que existen dos tipos de víctimas, una receptiva de los ataques y otra que, de alguna manera, es provocadora de ellos.

  1. La víctima pasiva. Es el tipo más común. No responde a los ataques y los acepta en silencio. Aparecen aislados/as en el sociograma. Su autoestima es baja y su comportamiento es inhibido, ansioso, inseguro y con dificultarles para defender sus derechos. Físicamente suelen ser más débiles.

  2. Víctima activa o provocadora. Dejando claro que ninguna víctima es culpable de su situación, porque la agresión no es justificable, este es un tipo de víctima con rasgos ansiosos y agresivos. Su comportamiento llega a ser molesto para el grupo, lo que tiende a que los demás justifiquen la victimización que recibe. Se les considera, de alguna manera provocadores de lo que les pasa ya que pueden generar situaciones de fuerte tensión y malestar. Son inestables emocionalmente y tienen reacciones inadecuadas, comportándose como erráticos, desconcentrados, e irritantes. Pueden llegar a ser calificados de hiperactivos.

  3. La víctima reactiva y la víctima agresiva. Estos dos tipos de víctimas son personas que reaccionan de forma agresiva a los ataques. Sufren agresiones y, al mismo tiempo, agreden a otros. Las víctimas reactivas suelen responder al agresor y, en general, se suelen mantener poco tiempo en ese papel ya que, ante la resistencia, el agresor/a suele desistir y buscar otro blanco. Esta tipología suele manifestarse en los momentos en los que los agresores/as inician los ataques exploratorios en el grupo buscando blancos fáciles. Las víctimas agresivas, también reaccionan de forma violenta, pero lo hacen hacia blancos o dianas que ellas valoran como fáciles para ellas. En ocasiones, ellos o ellas mismas son el propio blanco de su agresión.

  4. La víctima segura de sí misma. En ocasiones, los agresores eligen a compañeros/as con una aceptable seguridad en sí mismos, que son exitosos y brillantes escolarmente o que destacan en una determinada habilidad. Alumnos y alumnas a los que el grupo no tolera su alta capacidad o habilidad y con los que se ceba especialmente. Este tipo de víctima vive la agresión con incredulidad, rabia e impotencia. En los vídeos aportados como material complementario a este curso podemos acceder a los testimonios de una de estas personas y de su padre.
Vídeo del testimonio de un alumno de 1º de la ESO:

Este vídeo requiere autorización de las personas que aparecen en la grabación.
 

Vídeo

Curso Prevención y actuación ante el Acoso Escolar del INTEF. Vídeo "Testimonio de un alumno de 1º de la ESO"


    Vídeo del testimonio de un padre:

    Vídeo


    Este vídeo requiere autorización de las personas que aparecen en la grabación.
     

    Curso Prevención y actuación ante el Acoso Escolar del INTEF. Vídeo "Testimonio de un padre"


    Hacemos constar que hemos contactados con varias personas que sufrieron acoso escolar hace ya décadas. Que son adultos integrados social y laboralmente y que al pedirles si querían dejar su testimonio para colaborar en este curso, han declinado amablemente la invitación al no sentirse con fuerzas para hablar de ello todavía, porque desean pasar página o porque tienen miedo a que algún vecino o antiguo compañero llegue a enterarse de su testimonio.

    Cabe destacar que, en ocasiones frecuentes, ni siquiera tiene por qué ser un chico/a con rasgos concretos o notables. Un incidente o hecho puntual hace que la persona quede “marcado”. Un traspiés, una torpeza en un lance de juego o una actividad, una ridiculización en público, una felicitación excesiva por parte de un adulto, la manifestación de una discapacidad ante el grupo, o una equivocación sin intención, pueden ser el incidente crítico que desencadene una situación de acoso escolar si no son bien gestionados por los adultos y no se paran a tiempo.

    Cuando detallábamos las condiciones para que una conducta sea tipificada como acoso, establecíamos como requisito el hecho de que existiera una diferencia de poder. Tenemos que advertir que se trata de una sensación percibida por la víctima y que, en ocasiones, es incomprensible para quienes no profundizan en el análisis de la situación. Se meten conmigo porque saben que estoy ilegal y no puedo hacer nada, nos relataba una orientadora al describirnos el testimonio de un menor víctima de acoso. Afortunadamente, el centro, en esta ocasión estuvo muy certero y ágil en la identificación y actuación.

    Respecto a la gravedad de las consecuencias que es acoso puede tener para las víctimas, los doctores Carballo y Gómez Peñalver, en su estudio publicado en la publicación 115 del INJUVE (2017) concluyen que tras un amplio metaanálisis de investigaciones, los datos sugieren una fuerte asociación causal entre experiencias de acoso en la infancia y el posterior desarrollo de pensamientos y/o conductas autolesivas. Para estos doctores, el acoso ha de reconocerse como un factor de riesgo de salud pública que requiere de intervenciones preventivas que involucren a otros agentes tantos sociales como sanitarios.

    Puedes ver una infografía sobre las consecuencias del acoso en:

    Accede a la presentación